Estaba inquieto, como molesto o
incomodo. Hasta que encontró el punto justo. En ese momento hizo lo que la
situación pedía. Con dos movimientos casi imperceptibles, típico de un
profesional, desenfundó una 9 milímetros. No era el arma más poderosa que
tenía, pero si la más efectiva y con la que más cómodo se sentía.
Se había posicionado en un punto
clave, donde podía observar toda la situación que se estaba desarrollando, pero
a la vez le permitía pasar desapercibido. Su nivel de sigilo era muy bueno. Ya
había jugado este juego antes. Conocía lo que tenía que hacer, el terreno, los
enemigos. Estaba nervioso. Se quedó quieto. Inmóvil. Esperando ver la secuencia
de movimientos de sus rivales.
Seguía convencido que la 9
milímetros era la mejor opción de todo el arsenal con el que contaba. Le
permitía mayor precisión, movimientos ágiles y a la vez le exigía concentración
para no fallar cada vez que tuviera a un enemigo en la mira. Un error le podría
costar caro. Por eso antes de lanzarse, debía reconocer los patrones de movimientos
de sus contrincantes. Esa sería la diferencia entre la victoria y el fracaso.
No debía dar posibilidad de reacción.
Se asomó lentamente. Comenzó a
seguir a todos los guardias con la mirada. Uno, Dos, Tres… Seis en total había
contado. Eso solo para empezar. Sabía que una vez que pasara la puerta lo
esperaría un ejército entero. Entonces las muertes de estos guardias no sólo
debía ser rápido, sino que además silenciosa, para no alertar a las fuerzas que
estaban del otro lado del murallón.
Intentó calmar la respiración,
bajar un poco la ansiedad. Estaba nervioso. Seguía con cuidado cada movimiento
de los guardias. En ese instante se percató de que hay un momento donde los
seis guardias por un lapso de 15 segundos se desprotegen mutuamente. Esto
significa que si puede hacerlo rápido y con precisión, morirían los 6 guardias
sin siquiera percatarse de lo que estaba pasando.
Esperó. Pasaron 10 minutos y la
situación se repitió. Contó para sus adentro nuevamente los segundos. Ahora si
estaba seguro. No eran más de 17 segundo, pero como mínimo tenía 15 segundos
para llevar adelante la masacre. Hizo una pausa. Ya sabía identificar el
momento. Quiso antes de comenzar relajarse. Sabía que no tenía un segunda
chance. Cualquier error en el mejor de los casos alertaría al ejército que está
detrás del muro y sería el fin de su misión. ¿En el peor de los casos? Ni
siquiera podría empezar su misión.
El nivel de dificultad era el más
difícil. Más aún si se tiene en cuenta que intentaría hacer todo con una 9
milímetros con silenciador.
Ya tenía el momento. Ahora debía
elegir el mejor lugar para comenzar. Estaba relativamente lejos de esos
primeros guardias. Tenía varias alternativas. Desde lo alto de una montaña,
haciendo cuerpo tierra por unos yuyos lo bastante altos como para camuflarlo y
donde estaba, detrás de un árbol.
Se imaginó en cada uno de esos
lugares. Desde la montaña llegó a la conclusión de que la altura le daba la
ventaja, al estar en un lugar elevado, pero a la vez estaba mucho más expuesto
y no podía ser visto.
En los yuyos podía estar más
cerca, pero para empezar a disparar debía incorporarse, lo que le haría perder
valiosos segundos, sin contar con el ruido que haría al hacerlo y que
advertiría al menos a tres de los seis guardias y no era lo suficientemente
rápido para abatirlos a los seis.
Detrás del árbol, donde estaba,
era el mejor lugar. Dejó de mirar y apoyó la espalda contra el árbol. Imaginó
que cerraba los ojos y trataba de frenar la respiración. Faltaba poco para el
momento que había divisado en el que le daba una ventana de entre 15 y 17
segundos para abatir a los seis guardias sin ser detectado.
Volvió a mirar. Se acercaba el
momento. Contó para sus adentros: Uno, dos… Y atacó. Disparó al primero, que
estaba más cerca. Blanco fácil, tiro efectivo que ingresó por el parietal
izquierdo. Cayó casi sin hacer ruido. Apuntó al segundo. Headshot. Miró al
tercero, apuntó y disparó una vez, y la bala dio en el pecho. El guardia no
cayó y tuvo que disparar nuevamente. El segundo disparo dio directo en el ojo
derecho. Cayó sin siquiera alcanzar a comprender lo que había ocurrido.
Se giró con rapidez, sus pies se movían
al ritmo de un buen tango, con gran seguridad y guiando a su cuerpo. Apuntó al
cuarto. En su cabeza los segundos seguían corriendo… diez, once… Solo le
quedaban cinco segundos, siete como máximo y le quedaban todavía tres guardias
más.
Su cuerpo chocó contra el piso, y
desde allí sacó un certero disparo que impactó en la rodilla del cuarto
guardia. Que se desvaneció en el piso con un grito que fue ahogado con un
segundo disparo que ingresó por su boca y salió por la parte trasera de su
cabeza. El golpe en el suelo que dio el cuarto guardia, alertó al quinto que se
giró para ver como su compañero yacía muerto en el piso. Cuando giró nuevamente
su cabeza para intentar captar que es lo que estaba pasando, una bala dio directo
en su frente. Otro HeadShot.
Quedaba uno solo. El sexto
guardia. En la adrenalina de los 15 segundos transcurridos entre el primero y
el quinto guardia abatido, hizo que perdiera de vista al sexto. En ese momento siguió
buscando con su vista a la víctima restante, pero no la encontraba por ningún
lado. “¿Habré contado mal?” se preguntó en ese instante.
Se incorporó lentamente, tratando
de no hacer ruido. Se giraba en todas las direcciones y no veía nada. Trató de
recordar lo que había visto cuando contó a los guardias. Repasó ese momento
varias veces en su cabeza, y siempre la cuenta daba seis. Entonces, ¿Dónde
estaba el guardia restante?
Estaba en el medio de la arena, a
mitad de camino de la puerta de ingreso a la fortaleza y del árbol que le
ofrecía resguardo. Ese momento de indecisión fue clave. Cuando entendió lo que
pasaba era tarde. Todo se puso rojo. Cayó al suelo y un gran cartel que decía FALLASTE en un negro escrito como en
negrita cubrió la pantalla. Otra vez había fallado en el principio del final
del juego. GAME OVER.