miércoles, 4 de mayo de 2016

Realidad virtual

Estaba inquieto, como molesto o incomodo. Hasta que encontró el punto justo. En ese momento hizo lo que la situación pedía. Con dos movimientos casi imperceptibles, típico de un profesional, desenfundó una 9 milímetros. No era el arma más poderosa que tenía, pero si la más efectiva y con la que más cómodo se sentía.

Se había posicionado en un punto clave, donde podía observar toda la situación que se estaba desarrollando, pero a la vez le permitía pasar desapercibido. Su nivel de sigilo era muy bueno. Ya había jugado este juego antes. Conocía lo que tenía que hacer, el terreno, los enemigos. Estaba nervioso. Se quedó quieto. Inmóvil. Esperando ver la secuencia de movimientos de sus rivales.

Seguía convencido que la 9 milímetros era la mejor opción de todo el arsenal con el que contaba. Le permitía mayor precisión, movimientos ágiles y a la vez le exigía concentración para no fallar cada vez que tuviera a un enemigo en la mira. Un error le podría costar caro. Por eso antes de lanzarse, debía reconocer los patrones de movimientos de sus contrincantes. Esa sería la diferencia entre la victoria y el fracaso. No debía dar posibilidad de reacción.

Se asomó lentamente. Comenzó a seguir a todos los guardias con la mirada. Uno, Dos, Tres… Seis en total había contado. Eso solo para empezar. Sabía que una vez que pasara la puerta lo esperaría un ejército entero. Entonces las muertes de estos guardias no sólo debía ser rápido, sino que además silenciosa, para no alertar a las fuerzas que estaban del otro lado del murallón.

Intentó calmar la respiración, bajar un poco la ansiedad. Estaba nervioso. Seguía con cuidado cada movimiento de los guardias. En ese instante se percató de que hay un momento donde los seis guardias por un lapso de 15 segundos se desprotegen mutuamente. Esto significa que si puede hacerlo rápido y con precisión, morirían los 6 guardias sin siquiera percatarse de lo que estaba pasando.

Esperó. Pasaron 10 minutos y la situación se repitió. Contó para sus adentro nuevamente los segundos. Ahora si estaba seguro. No eran más de 17 segundo, pero como mínimo tenía 15 segundos para llevar adelante la masacre. Hizo una pausa. Ya sabía identificar el momento. Quiso antes de comenzar relajarse. Sabía que no tenía un segunda chance. Cualquier error en el mejor de los casos alertaría al ejército que está detrás del muro y sería el fin de su misión. ¿En el peor de los casos? Ni siquiera podría empezar su misión.

El nivel de dificultad era el más difícil. Más aún si se tiene en cuenta que intentaría hacer todo con una 9 milímetros con silenciador.

Ya tenía el momento. Ahora debía elegir el mejor lugar para comenzar. Estaba relativamente lejos de esos primeros guardias. Tenía varias alternativas. Desde lo alto de una montaña, haciendo cuerpo tierra por unos yuyos lo bastante altos como para camuflarlo y donde estaba, detrás de un árbol.

Se imaginó en cada uno de esos lugares. Desde la montaña llegó a la conclusión de que la altura le daba la ventaja, al estar en un lugar elevado, pero a la vez estaba mucho más expuesto y no podía ser visto.

En los yuyos podía estar más cerca, pero para empezar a disparar debía incorporarse, lo que le haría perder valiosos segundos, sin contar con el ruido que haría al hacerlo y que advertiría al menos a tres de los seis guardias y no era lo suficientemente rápido para abatirlos a los seis.

Detrás del árbol, donde estaba, era el mejor lugar. Dejó de mirar y apoyó la espalda contra el árbol. Imaginó que cerraba los ojos y trataba de frenar la respiración. Faltaba poco para el momento que había divisado en el que le daba una ventana de entre 15 y 17 segundos para abatir a los seis guardias sin ser detectado.

Volvió a mirar. Se acercaba el momento. Contó para sus adentros: Uno, dos… Y atacó. Disparó al primero, que estaba más cerca. Blanco fácil, tiro efectivo que ingresó por el parietal izquierdo. Cayó casi sin hacer ruido. Apuntó al segundo. Headshot. Miró al tercero, apuntó y disparó una vez, y la bala dio en el pecho. El guardia no cayó y tuvo que disparar nuevamente. El segundo disparo dio directo en el ojo derecho. Cayó sin siquiera alcanzar a comprender lo que había ocurrido.

Se giró con rapidez, sus pies se movían al ritmo de un buen tango, con gran seguridad y guiando a su cuerpo. Apuntó al cuarto. En su cabeza los segundos seguían corriendo… diez, once… Solo le quedaban cinco segundos, siete como máximo y le quedaban todavía tres guardias más.

Su cuerpo chocó contra el piso, y desde allí sacó un certero disparo que impactó en la rodilla del cuarto guardia. Que se desvaneció en el piso con un grito que fue ahogado con un segundo disparo que ingresó por su boca y salió por la parte trasera de su cabeza. El golpe en el suelo que dio el cuarto guardia, alertó al quinto que se giró para ver como su compañero yacía muerto en el piso. Cuando giró nuevamente su cabeza para intentar captar que es lo que estaba pasando, una bala dio directo en su frente. Otro HeadShot.

Quedaba uno solo. El sexto guardia. En la adrenalina de los 15 segundos transcurridos entre el primero y el quinto guardia abatido, hizo que perdiera de vista al sexto. En ese momento siguió buscando con su vista a la víctima restante, pero no la encontraba por ningún lado. “¿Habré contado mal?” se preguntó en ese instante.

Se incorporó lentamente, tratando de no hacer ruido. Se giraba en todas las direcciones y no veía nada. Trató de recordar lo que había visto cuando contó a los guardias. Repasó ese momento varias veces en su cabeza, y siempre la cuenta daba seis. Entonces, ¿Dónde estaba el guardia restante?


Estaba en el medio de la arena, a mitad de camino de la puerta de ingreso a la fortaleza y del árbol que le ofrecía resguardo. Ese momento de indecisión fue clave. Cuando entendió lo que pasaba era tarde. Todo se puso rojo. Cayó al suelo y un gran cartel que decía FALLASTE en un negro escrito como en negrita cubrió la pantalla. Otra vez había fallado en el principio del final del juego. GAME OVER.

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